A los afectos que perduran... Ellos mueven el mundo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

ACEPTAR, ASUMIR...

Mi malestar interior, mi desequilibrio viene de no aceptar lo que soy, todo lo que soy...
Esto no significa que sea inadecuada. O que en mí haya partes inadecuadas.
No hay nada terrible, nada vergonzoso en mí. No hay nada, ni puede haberlo, que no forme también parte de cualquier otro ser humano. No hay nada que me convierta en inferior. Nada que me haga valer menos. Como humana puedo sentir celos, envidia, odio, ira y todo el abanico de emociones, de sentimientos, desde un extremo al otro.
Puedo haber nacido y crecido en un desierto emocional, pobre en recursos, que no me dio los modelos adecuados que me abrieran la puerta a la felicidad interior. Pero lo que realmente me daña no es sentir alguna vez una punzada de cualquiera de las emociones negativas condenadas por nuestro entorno. Ni que existan muchas cosas que todavía no he aprendido. Lo que me daña es no aceptarlo, no verlo, no ser consciente y no estar así en condiciones de cambiarlo.El mismo hecho de verlo y aceptarlo ya introducirá un cambio importante. Y lo que más me daña es rechazarlo como impropio de mí. Se vuelve entonces un elemento dañino de mi personalidad porque pasa a estar prohibido a mi consciencia. Prohibido reconocerlo, pensarlo, expresarlo o que otros lo expresen y me lo digan. Prohibido. Lo destructivo es que este elemento permanece distanciado de los demás aspectos de mi personalidad y me hace ser varias en vez de una. Y a partir de ahí hablar como varias, según la ocasión,  en lugar de como una. Tener partes en mi interior que luchan entre sí. Estos aspectos dañinos lo son porque están prohibidos. Por ello mi tarea fundamental no es prohibir sino aceptar. Lo dañino desaparece cuando lo acepto, sea lo que sea.
Si no acepto y asumo, creo un cuerpo extraño en mí que irrita y perturba mi calma. Cualquier suceso que no asumo es un invasor extranjero del que quiero librarme evadiéndolo, mirando a otro lado y lo hago gritándole a alguien, dejándome maltratar, dándome a la bebida o a cualquier otra adicción, enfrascándome en el trabajo de forma obsesiva, o puedo descargarlo sobre mi cuerpo y desarrollar una úlcera... Las posibilidades son numerosas. Pero lo que no asumo me crea un tremendo malestar y éste acaba saliendo de una u otra forma siempre destructiva. Lo no asumido es un veneno corrosivo.
Pero no hay nada que nadie pueda hacer para "obligarme" a asumir sentimientos que la sociedad tacha de inadecuados, o aceptar mi historia personal, mis carencias o cualquier otra cosa que yo haya decidido negar, negarme. ACEPTAR es un acto que tiene lugar en mi interior. Debe venir de mi propia libertad. Si alguien me lo impone convertirá el acto de asumir en algo, si no imposible, sí muy difícil.
Pero si entro en comunicación real, con una persona que acepta y asume en su interior todas las emociones sin condenarlas (lo cual no quiere decir dejarlas campar a sus anchas, ni dejarse arrastrar por ellas o permitir que guíen nuestra conducta y dañen a otros), que acepta y asume su pasado, sus vivencias, sus pérdidas, de la madre, del hijo, del amante, de las ilusiones, de la juventud, de una amistad, del lugar de nacimiento, de la salud... Que acepta la propia mortalidad, la pequenez, la fragilidad, las limitaciones, lo que le hace uno más y parte de la humanidad, también los dones, las habilidades que le hacen único y capaz de aportar su verdad al mundo; entonces yo tengo más posibilidades de hacerlo también.
Busquemos, pues, como camino hacia nuestro bienestar interior, la comunicación, la amistad, la relación con personas que aceptan y asumen, ellas nos ayudan, con su ejemplo, a construirnos, a crear, a superar los aspectos que nuestra familia o nuestro entorno nos negó. Son personas con las que podemos tener una relación auténtica.
Por algo la filosofía oriental lleva milenios promoviendo la aceptación como medio de paz y felicidad interior.

domingo, 17 de octubre de 2010

Hacia el bienestar interior

¿Cómo resolver mi sufrimiento interior?
Encontrando en mí la voluntad firme de querer llegar hasta el núcleo de mi insatisfacción, malestar, miedo o sufrimiento en cualquiera de sus formas.
¿Y cómo llegar hasta mi propio y profundo conocimiento interior?
A través de los demás: Familia, amigos, pareja, psicólogo, incluso desconocidos con los que entramos en comunicación. La comunicación ilumina.
Y si sabemos qué nos pasa y por qué, podremos tomar más decisiones acertadas que aumenten nuestro bienestar.
En su primera cita con el psicoanalista Wilfred Bion una persona que incluso se había mudado de ciudad para poder asistir a sus sesiones le dijo:
-En realidad no sé por qué estoy aquí, pero creo que usted será capaz de entenderme y de ayudarme.
Bion respondió:
-Si supiera el porqué, no estaría aquí; no habría malgastado su tiempo en venir. Ya no tendría el problema. Ha venido a verme precisamente porque no sabe por qué ha venido.
La mayoría de las personas sabemos de nuestro malestar interior pero ignoramos su verdadera causa. Esos problemas comenzaron a gestarse cuando éramos demasiado pequeños para razonar y hablar de lo que sucedía a nuestro alrededor y quedaron en nuestra memoria en forma de emociones. Hay muchas cosas que se nos escapan, que nos resultan oscuras.
Algunos, si acuden a un psicólogo, eligen un posible motivo que a veces es sólo una "tapadera", o sólo una parte de las dificultades que esa persona tiene.
Son nuestras emociones las que están sufriendo y no sabemos por qué. Necesitamos aceptar que se trata de un problema que perturba nuestro espíritu, que nos trastorna el corazón. Ese es el sentido que le damos cuando lo llamamos "problema".
¿Por qué comienzo a resolver este sufrimiento cuando hablo con otra persona?
¿Es que la persona con la que hablamos sabe lo que nosotros no sabemos?¿Y si nos lo dice cesa nuestro malestar porque ya nos conocemos?
¿O es que el acto de la comunicación en sí misma actúa como iluminador?
Las otras personas, sobre todo las que nos conocen, pueden ver en nosotros algunas cosas, incluso muchas. Y si son psicólogos tienen teorías o principios generales que adquieren significado cuando se encarnan en los detalles de la experiencia de vida de una persona. Pero ya Freud descubrió que decirle a una persona la causa escondida de su sufrimiento no vale para nada. Nuestra conciencia racional no está conectada con el lugar en el que está almacenada la emoción, o el recuerdo que nos hizo daño. El miedo no desaparece automáticamente, los problemas no se alivian cuando se le imparten conocimientos al que sufre. Al menos no es la forma principal de resolver el problema. Es una solución impuesta desde fuera para explicar algo y que no responde a las emociones con las que esa persona se identifica.
Lo crucial no es el conocimiento en sí mismo, sino más bien algo relacionado con el proceso de adquisición de dicho conocimiento. Es la propia comunicación la que ilumina. En ella van las semillas de nuestros descubrimientos sobre nosotros.
El primer paso de la comunicación es poner en palabras mis pensamientos y mis sentimientos, pensar sobre ellos, entenderlos y transmitirlos a los demás de una forma reconocible para otros. (Si pervierto el uso del lenguaje y te transmito algo contradictorio e ininteligible que no puedo sostener no me estoy comunicando. La comunicación supone siempre reducir incertidumbre, despejar dudas. Aunque hay personas que por miedo usan las palabras de una forma oscura para controlar las situaciones, para mantener una permanente ambigüedad que les permite manipular y dominar las interacciones con los otros. O para no exponerse a oír lo que les daña en exceso, etc.)
Por tanto cruzar el espacio que nos separa a ti y a mí con un puente de palabras ya me da algo que no tenía. Y es un paso difícil. (Esto no significa hablar de todo con cualquiera. Yo elijo libremente qué y con quién)
Puede que tengamos retazos de conocimiento aislado y desconocemos que los tenemos. Retazos que permanecen dormidos en la mente hasta que un día despiertan en forma de descubrimiento. Han entrado en relación con otros conocimientos y pasan a formar parte de algo más amplio que ya existía. El acto del entendimiento de nosotros es el resultado de encontrar una buena "imagen" interior en relación con la zona problemática. De un explicar voluntario, acertado, con sentido y en relación a nuestras emociones.
Las personas con las que entramos en comunicación nos ofrecen modelos diferentes, pensamientos, opiniones, preguntas e interrogantes, modos de sentir y actuar distintos que provocan que nos veamos con más claridad. A veces nos ofrecen su imagen (más o menos acertada)de nosotros.
La interacción da sabiduría. Y va mejorando y ampliando esa "imagen" de lo que nos hace sufrir. Voy añadiendo piezas hasta formar un todo cada vez más completo.
Y conocerme a mí mismo hasta donde me sea posible es el criterio fundamental por el que soy capaz de entender a los demás.
Ambas cosas van unidas y son esenciales. Entender a los demás abre la puerta a la verdadera comunicación y a los afectos auténticos. No se ama verdaderamente lo que no se conoce, ni nos amamos ni amamos a otros.
Por algo todos los sabios han apoyado el "conócete a ti mismo".
Pero esto sólo es una parte...Llegar a mis zonas sensibles, superarlas, sanarlas, requiere más aún...
Bibliografía: "Una conversación curativa" Neville Symington

domingo, 10 de octubre de 2010

Mi yo desconocido

"No hay mayor distancia que la de un ser humano a sí mismo"
Esta frase me impresionó por lo cierta, por lo terrible.
La mayoría de nosotros, (unos menos, otros más) vivimos rotos. Fragmentados, dicen los psicólogos, en partes opuestas en lucha permanente. Esa lucha es la fuente de nuestro mayor sufrimiento.
Una parte es la que mostramos, para ser queridos, para ser aceptados, para gustar, para seducir, para protegerse de críticas, ataques o burlas... Es la parte construída de espaldas a nuestra verdad más profunda. Es la parte que representa de cara a un público la obra que hemos inventado (los libretos o guiones, como dice Eric Berne), es la que juega a juegos de poder en los que siempre se pierde. Es la parte que usamos para defendernos de la ansiedad, la frustración, el desamor, el miedo, a veces incluso atacando. Es la parte que se disfraza y embellece, como diva ante el espejo, con todo lo que tiene a su alcance, pidiendo sin palabras, como hacíamos de pequeños, no ser ignorados. Es la parte que de tanto representar una fantasía se olvidó de vivir la realidad. Y la que fabrica máscaras, disfraces, corazas y armaduras. Es nuestra parte más falsa.
Y otra parte desconocida a fuerza de no ser vista, oculta bajo tanto ropaje, silenciada, hecha con todo lo que en el pasado no nos permitieron, con las críticas, con las heridas que recibimos en una época en la que no teníamos criterio para distinguir la maldad y la ignorancia en los demás y menos aún en nuestros padres. Hecha con aquello que ignoraron de nosotros.
Ahí vive nuestra parte peor y más humana, los celos, la envidia, el odio, el rencor, el miedo... Y también la mejor, los sueños irrefrenables, el deseo de vivir sin miedo, de sentir, de experimentar, de amar, de ser amados, de crear y contar nuestra verdad, de expandirnos en el mundo y dejar en él lo mejor de nosotros. Es nuestra parte más auténtica.
Pero vivimos ciegos a ella.
Verdaderamente no hay nada más lejano que lo que no existe.
Es por ello que los demás pueden ver nuestra parte ignorada mejor que nosotros mismos.
Esa parte nunca nos dará tregua. Mi yo desconocido siempre se las arreglará para ganar de un modo u otro.
Es el impulso divino en nuestro interior. Y no se puede escapar de Dios, ni del amor, ni de la vida.
Sólo nos queda una opción viable hacia la felicidad y la paz interior: Vernos, aceptarnos tal cual somos, mejorar lo que nos sea posible, y construir con lo mejor algo único que nunca existiría sin nosotros: Una familia, una relación de pareja, una novela, una pintura, una buena receta... Crear...
La prueba de que en mí hay una parte negada es mi sufrimiento interior, sufrimiento por un motivo oscuro. Malestar, insatisfacción que no desaparece ni cuando todo lo externo va bien.
Lo que las personas que me conocen me dicen, eso en lo que todas coinciden sin haberse puesto de acuerdo.
Los resultados que en mi vida se repiten una y otra vez como si hubiera una mano negra que me lleva al desastre inevitable de forma ineludible.
Las relaciones rotas con el mismo patrón...
Como dicen algunos psicoanalistas: "Lo que permanece inconsciente se manifiesta como destino".
Los esquemas de acercamiento y huida de personas, de vivencias... que son el reflejo del deseo que convive con el miedo. Demasiado cerca de los demás asusta, la intimidad da miedo porque los otros me llevarán a mirar de frente mi parte desconocida. Pero demasiado lejos de los otros tampoco porque entonces me alejo definitivamente de la fuente que me conecta con mi interior... Tremendo conflicto sin solución. Muchas personas llegan al final de su vida sin haberlo resuelto.
Y a mi sólo llego a través de los otros. Sólo ellos ven lo que yo no veo. Pero nadie, ni siquiera un psicólogo resolverá desde fuera las cosas que me atormentan. Nadie me pondrá en contacto con mi parte desconocida. Sólo mediante la decisión libremente tomada de llegar hasta la raíz de mi sufrimiento puedo empezar a verla.

domingo, 3 de octubre de 2010

Libertad de... y libertad para...

Libertad... Palabra cargada de emoción, palabra bella... Y para la mayoría de los que transitamos por el sistema educativo sin pensar, ni estudiar las nociones filosóficas más simples y esenciales para un buen vivir, palabra vacía. Que no comprendemos en todo su significado. Que no vivimos.
¡Pobre libertad malinterpretada... ! Confundida con capricho, con apetencia momentánea, con dar rienda suelta a una necesidad o a un instinto. Con dejarse llevar erráticamente, sin rumbo ni concierto hacia ningún lugar en brazos de "lo que surge"...
Cualquier animal puede hacer todo eso.
La libertad es sólo y plenamente una cualidad humana. Y es bastante más difícil de alcanzar... Requiere fortaleza de ánimo, valentía, capacidad de decisión, un criterio personal basado en ideas claras que nos permita discriminar acertadamente y una voluntad fuerte.
La libertad podemos verla desde dos puntos de vista:
Somos "libres de..." y sobre todo "libres para..."
Quizás por nuestra reciente historia española, hemos mirado (y en exceso) sólo el aspecto "libertad de..." Libertad con respecto al sistema político, a las instituciones o a nuestros padres... Y vamos por la vida como eternos adolescentes rebeldes, en contínuo combate con ellos y con el mundo, viendo siempre en cada norma, y en cada institución un sistema político represor que a estas alturas ya no existe; y en cada persona que nos requiere algo, a un padre o una madre autoritar@ que nos hace una petición abusiva. A veces rechazamos incluso las normas más básicas de buena convivencia que hacen posible el amor y las relaciones armónicas y duraderas.
La libertad comienza en nuestro interior. Como decía Gandhi "...la libertad externa que podemos obtener será sólo de la proporción exacta a la libertad interior que podamos haber cultivado en un momento dado. Nuestra principal energía debería estar concentrada en lograr reformarnos desde dentro". En lograr, diría yo, que el efecto nocivo de la conducta de nuestros padres (la mayoría de ellos bastante autoritarios) quede definitivamente en el pasado y no sea revivido por cada persona que en el presente nos pide algo sensato o por cada norma de convivencia, propia de un sistema democrático.
La libertad es también "libertad para...", para la acción. Y esta es su parte más importante. Una vez liberados de las cadenas, es cuando empieza la verdadera libertad. Elegir proyectos, fines y metas hacia las que caminar y entregarse a ellas con todas sus consecuencias, aceptando también el esfuerzo, como parte esencial de esa libertad. Esto no es ya un comportamiento animal sino humano.
Pareciera que cuando nos esforzamos, trabajamos, o sufrimos incomodidades ya no estamos siendo libres.
Si decido tener un jardín, trabajar duramente en él, no limita mi libertad, sólo es una consecuencia de ella.
Cada vez que decido emprender un camino o me propongo conseguir algo, tendré belleza, placer, alegría y cuantas ventajas me han impulsado a elegir ese camino y tendré sufrimiento, tendré que superar alguna prueba, y como las cosas acostumbran a ponerse difíciles, tendré que realizar algún esfuerzo, tendré que trabajar...
Ser capaz de mantener el timón con firmeza, a pesar de las dificultades es lo que da un rumbo a mi nave. Un rumbo que he elegido libremente. Y ese rumbo nunca me lo dará "lo que surge". Frase que es un tópico hoy día, sobre todo entre los más jóvenes.
En mi caso, un rumbo hacia la felicidad, la paz interior, el crecimiento, la sabiduría. Hacia el amor y las relaciones equilibradas. Hacia la armonía con mi entorno y con el mundo en el que vivo.

sábado, 2 de octubre de 2010

Laberintos personales

Veo a mi alrededor demasiada gente perdida en su propio y particular laberinto de sentimientos, de ideas confusas y creencias que amargan la vida y alejan del amor.
En el pasado, a ratos aún, me he visto yo misma...
¿La entrada al laberinto...? Este materialismo atroz, en el que sólo lo físico, lo exterior y aparente, tienen cabida. Ahí empezamos a perdernos. Pobres ilusiones que no consiguen calmar nuestra sed de algo mágico y divino, de algo espiritual y trascendente.
¿Los oscuros corredores...? Las mil y una ideas que ese materialismo descreído da a luz y esparce cada día, ideas que pululan por todas partes sembrando confusión, con las que me encuentro a diario y que contribuyen a la pobreza espiritual, afectiva y a la infelicidad de todos:
No hay nada sagrado, ni mágico, ni asombroso en todo el Universo.
Aquello que no pueda ser sometido a experimentación, no existe.
Todo es relativo, una idea no es ni mejor ni peor que su contraria, depende de lo que me guste o me convenga en cada momento.
La filosofía es aburrida, sólo palabras abstractras y vacías sin conexión con la vida y que no sirven para nada.
Prohibido calentarse la cabeza con ideas trascendentales.
Divertirse, (que no ser feliz) es el único objetivo válido de nuestra vida. Beber, comer, estar comodos, tener la agenda llena de citas y mil relaciones, todas superficiales, todas desechables...
Poseer objetos y status, es vital. Sólo si tengo... soy alguien.
Y por supuesto... Libertad es hacer o decir cuanto me viene en gana en cada momento sin más criterio que mi propia apetencia... Perverso individualismo que nos lleva a confundir lo más auténtico y genuíno de nuestra personalidad, que sin duda es lo que nos abre al amor, al conocimiento y al desarrollo interior, con nuestros defectos, maldades y patrones de comportamiento más perjudiciales, heredados de nuestra familia o nuestro medio y enmascarados con la universal y célebre frase de " Yo soy así..." Libertad mal entendida que con frecuencia lleva a reconocer abiertamente, sin el más mínimo pudor cualquier antivalor. Recientemente oí, y no era la primera vez, "soy egoísta", con una naturalidad pasmosa, como quién dice soy rubio o moreno, sin ser consciente del terrible significado que encierran esas palabras: "Todo lo quiero para mí... tiempo, objetos, atención..." por tanto "Soy incapaz de amar por pura codicia" y "Sólo puedo participar en relaciones superficiales o de dominio" ... En ese momento me pregunté ¿quién puede estar junto a una persona, no sólo egoísta, sino que lo pregona abiertamente? Sólo alguien a quien sus acciones o sus palabras le son indiferentes, o alguien que se acostumbra y se conforma con no recibir... Triste mundo afectivo en el que se va sembrando con cada acto egoísta, la semilla de lo que en el futuro les será negado por cuantas personas cansadas de dar lo formarán.
¿El Minotauro...? El monstruo deforme y dispuesto a devorarnos... Sin duda el miedo... siempre el miedo.
Hay quién dice que sólo existen dos emociones, el amor y el miedo. Y todas las demás se reducen a una de las dos.
Cualquier acción emprendida se basa en el amor o en el miedo.
El miedo es la energía que cierra, capta, huye,oculta, acumula y daña.
El amor es la energía que abre, emite, permanece, revela, comparte y sana.
El miedo duele, el amor alivia. El miedo ataca, el amor repara.
Estamos en un laberinto todos aquellos que no hemos aprendido a vencer al miedo. Miedo a ser parte de una minoría que busca lo espiritual.
Miedo que paraliza, que impide ver con valentía la propia maldad, (da igual que sea consciente o en forma de ignorancia), nadie está libre de ella. Y ver con ecuanimidad que la bondad y el acierto también son posibles en el "enemigo" que nos ataca o nos cuestiona.
Miedo a vernos como somos, con nuestras luces y nuestras sombras.
Miedo, como decía Virginia Satir, de ver, de sentir, de decir, de pedir y de arriesgarse. Miedo que nos deja para siempre perdidos en los pasillos de un laberinto en el que no existen, ni la paz ni el encuentro verdadero con otra persona.
Y lo más difícil no es cómo salir de ese laberinto. Es darse cuenta de que vives en él...
Los psicólogos afirman que algunas vivencias nos dañaron tanto en una época de nuestra vida, que algunos de nosotros nunca llegaremos a salir del laberinto y ser personas libres que aman sin temor. Las estrategias y defensas que inventamos para librarnos de la ansiedad, el dolor y el miedo se han hecho tan fuertes, rígidas e invisibles que ni se nos ocurre ya vivir sin ellas. Y empezar a actuar de otro modo se vuelve un imposible.
Puede que tengan razón, aunque ello no coincide ni con mi convencimiento más profundo, ni con mi deseo.
Creo que en el interior de cada uno hay una voz que destaca sobre todas las demás, que nos grita en silencio que otro modo de vida es posible y necesario. Que podemos escapar, y estar más vivos como seres humanos. Que no debemos morir sin habernos entregado con toda el alma en relaciones de verdad.
Ni lo trascendente, ni el amor pueden ser silenciados y rechazados por siempre. Por amordazados que estén serán una fuerza poderosa en nuestro interior que encontrará el modo de hacerse oír.
Fuerza dispuesta a aliarse con cualquiera que grite su verdad. Dispuesta a convertir nuestra mente en un campo de batalla y a no darnos un minuto de paz si intentamos acallarla.
Ojalá que una semilla de luz prenda en cuantos viven encerrados en sus propios laberintos para que el aumento de la conciencia sea el hilo que les saque de su infelicidad e insatisfacción. Este es mi deseo para todas las personas y especialmente para aquellas a las que quiero.
El amor espera a plena luz del día.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Autoestima y libertades emocionales

En nuestras relaciones de pareja, familiares, de amistad, de trabajo y hasta en las más superficiales, hacemos y decimos cosas que dañan la autoestima de los que están a nuestro lado en ese momento.
Aún las personas más independientes, somos sensibles y reaccionamos con nuestras emociones a las palabras y conductas de las personas a las que queremos o que son importantes para nosotros. Reaccionamos con alegría, con tristeza, con desconcierto, con ira..., aún cuando guardemos silencio y no hagamos nada.
Todo lo que daña la autoestima reduce la posibilidad de establecer un buen contacto con otra persona. El objetivo, si se desea una buena relación, es la preservación y el acrecentamiento de la autoestima de ambas personas. Sentir que somos valiosos, aceptados, valorados, respetados, comprendidos, mientras estamos con alguien es lo que mantiene la continuidad del contacto. Entonces podemos abandonar la posición defensiva. Entonces podemos disfrutar de la interacción con el otro. Desear verle, hablarle, escucharle... una vez más.
La gente puede herir la autoestima. La mayoría de las veces se trata de una conducta no deliberada. Aprendida de los padres o de otros y considerada como natural de tan repetida. En algunos casos actuar de manera que se hiera la autoestima de los demás es vista como el único modo posible de relacionarse. A veces la libertad es confundida con no sujetarse a norma alguna de relación con los demás, con capricho momentáneo y pasajero. A veces no se ve lo evidente.
El sentimiento de autoestima es influído por lo que los demás hacen o dicen. Pero depende sobre todo de lo que nosotros pensamos, hacemos y decimos.
Para conseguir el acrecentamiento de la autoestima lo único que necesitamos es cambiar nuestras actitudes y aprender nuevos conocimientos personales, nuevos modos de hablar y de hacer, de reaccionar. En esto radica lo doloroso del cambio, hay que abandonar la comodidad de la familiaridad. Una vez que se abandona lo familiar, se entra en lo desconocido, algo que produce temor, ansiedad, o inseguridad a la mayoría de nosotros.
Lo que posibilita que incrementemos nuestros sentimientos de autoestima es nuestra disposición de aceptar nuevas posibilidades, de probarlas para ver si nos van y luego, si es así, de ponerlas en práctica mientras llegamos a apropiárnoslas.
Para iniciar el proceso Virginia Satir, ha desarrollado las "cinco libertades":

* La libertad de ver y escuchar lo que está aquí, en lugar de lo que debería estar, estuvo o estará. En lugar de lo que uno desea o imagina. Es vernos tal y cuál somos. Es ver a los demás tal y cuál son. Es ver la realidad. Es negarnos a vivir en una fantasía personal y privada, hecha a medida de nuestros deseos.

* La libertad de decir lo que se siente y se piensa, en lugar de lo que se debería sentir y pensar.

* La libertad de sentir lo que se siente, en lugar de lo que debería sentirse.

* La libertad de pedir lo que se quiere, en lugar de tener siempre que pedir permiso.

* La libertad de arriesgarse por su propia cuenta, en lugar de optar únicamente por estar seguro y no perturbar la tranquilidad.

La libertad de... implica la capacidad de...

Darse permiso para hacer esas cinco cosas trasforma y mejora nuestra vida sin dejar de respetar a los demás. Nos mostramos tal y como somos sin imponer nada al otro que siempre será libre de actuar ante lo que hacemos como desee. Nos expresamos sin dañar la autoestima de nadie. Tenemos derecho a VER, a DECIR, a SENTIR, a PEDIR aunque no se nos responda, tenemos derecho a ARRIESGARNOS viendo, diciendo, sintiendo, pidiendo...
En el momento en el que nos reconocemos como personas con derecho a ver, decir, sentir, pedir y arriesgarse nuestra autoestima se eleva, vemos a los demás con los mismos derechos y podemos empezar a relacionarnos de una forma auténtica con ellos, sin máscaras, sin defensas, sin fantasía, sin falsedad...