A los afectos que perduran... Ellos mueven el mundo.

lunes, 15 de agosto de 2011

Fantasía ¿veneno o remedio?

Todos dedicamos tiempo a soñar, o lo hemos hecho en algún momento de nuestra vida. Yo no soy diferente del resto. Aunque ahora que me paro a pensarlo me doy cuenta de que no hablo ya de ello. Y por lo poco que oigo a otros hablar de sus sueños veo que sienten la misma resistencia que yo.
Quizás sea porque en una época en la que "el tiempo es oro", todo se traduce en términos de utilidad y rentabilidad económica, los adultos olvidamos lo que no da una ganancia inmediata, nos volvemos prácticos en masa y soñar se deja atrás como cosa de niños y adolescentes: No pasa de ser una gran pérdida de tiempo.
Pero aunque haya muchas personas que así lo creen, ni los sueños, ni la imaginación, ni la fantasía son una pérdida de tiempo. No necesariamente.
Son la antesala de la acción. Me sirvieron para explorar el futuro en busca de posibilidades. O para explorar el pasado en busca de errores, de razones que en su momento no vi, de emociones que se me escaparon..., de una visión más amplia en definitiva. Son una fuente inagotable de conocimiento de mi misma, de mis necesidades y de mis deseos. Me dan la posibilidad de inventar, de crear una vida más plena. Son una puerta abierta a la novedad, al cambio y a la evolución, y me alejan de un aburrimiento que ahoga. Son la chispa que arde en mi interior y que me impulsa más allá de lo que soy. Son la voz con la que me habla el Universo. La energía que mueve a la Humanidad en su camino.
Cuando me abstraigo de la realidad presente y me sumerjo de lleno en una historia en la que soy directora,  guionista y actriz lo hago buscando saciar una necesidad que aún no está satisfecha. Pasar a un mundo paralelo en el que mis deseos se hacen realidad. En el que puedo encarar un problema ensayando libremente y sin miedo al error, las diferentes posibilidades, y puedo sacar conclusiones de una forma simbólica. Imagino palabras que digo, que me dicen. Me imagino viviendo, del mismo modo en que lo hago o de otro diferente. Me imagino actuando y luego imagino a otros respondiendo con sus actos a los míos en una sucesión de interacciones que no sé adonde conducen de antemano, y que a veces tienen el poder de sorprenderme. Allí, al final del camino encuentro conclusiones que nunca hubiera encontrado de otro modo. Y en el fondo de las historias que guardan un patrón que se repite de diferentes modos puedo hallar mi corazón al desnudo. Allí puedo hacerme las preguntas más certeras. ¿Por qué necesito imaginar esto? ¿Qué me dice?...
Pero al igual que una sustancia  puede ser veneno o medicina al mismo tiempo, imaginar cosas que podrían ocurrir o fantasear con lo imposible puede ser peligroso o beneficioso a la vez y es la dosis la que marca la diferencia.
Abusar, por exceso o por defecto, puede convertirse en una trampa que deja escapar el presente y con él la verdadera vida,  una vida más feliz:
Vivir en el pasado recordando viejas glorias, sintiendo que el presente nos proporciona una vida inadecuada. O vivir en el futuro pensándolo de mil maneras pero sin hacer nada en el aquí y ahora. Sin encontrar la proporción correcta para que ni el pasado ni el futuro echen a perder el presente. O vivir sin imaginación y de espaldas a la fantasía fijándome así a una realidad en la que no hay cambios, que aburre y que ahoga por lo repetitiva. O vivir sólo de fantasía como eterno adolescente que paró de evolucionar. O peor aún perderse en la niebla de la ilusióncreerse las propias fantasías perdiendo el contacto con la realidad y traspasando el límite de la cordura. Pues cuando uno siente una necesidad y desconoce la verdadera causa de ese vacío, las ilusiones se convierten en su amo y él en su esclavo.
Todas ellas son dosis poco recomendables.

El hábito de escaparse a través de la fantasía es un signo de abandono o abuso, un resto de una época de la infancia en la que no podíamos defendernos, ni huir, ni elegir algo diferente. Sólo podíamos resistir al arrullo de una amiga que nos recordaba que la belleza y el amor existían aunque fuera en sueños. Los niños cuando no tienen recursos para afrontar situaciones difíciles usan la fantasía para sobrevivir, como único sustento frente a una realidad dolorosa que no les da lo que necesitan, amor, seguridad y aceptación sobre todo.Pero crecen y todo cambia y ya si pueden elegir y buscar la belleza y el amor allí donde se encuentran, en el mundo real.

(A mis hijas con amor )

Del primer curso en formación Gestalt en Centro Defábula, Granada