A los afectos que perduran... Ellos mueven el mundo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Mi yo desconocido

"No hay mayor distancia que la de un ser humano a sí mismo"
Esta frase me impresionó por lo cierta, por lo terrible.
La mayoría de nosotros, (unos menos, otros más) vivimos rotos. Fragmentados, dicen los psicólogos, en partes opuestas en lucha permanente. Esa lucha es la fuente de nuestro mayor sufrimiento.
Una parte es la que mostramos, para ser queridos, para ser aceptados, para gustar, para seducir, para protegerse de críticas, ataques o burlas... Es la parte construída de espaldas a nuestra verdad más profunda. Es la parte que representa de cara a un público la obra que hemos inventado (los libretos o guiones, como dice Eric Berne), es la que juega a juegos de poder en los que siempre se pierde. Es la parte que usamos para defendernos de la ansiedad, la frustración, el desamor, el miedo, a veces incluso atacando. Es la parte que se disfraza y embellece, como diva ante el espejo, con todo lo que tiene a su alcance, pidiendo sin palabras, como hacíamos de pequeños, no ser ignorados. Es la parte que de tanto representar una fantasía se olvidó de vivir la realidad. Y la que fabrica máscaras, disfraces, corazas y armaduras. Es nuestra parte más falsa.
Y otra parte desconocida a fuerza de no ser vista, oculta bajo tanto ropaje, silenciada, hecha con todo lo que en el pasado no nos permitieron, con las críticas, con las heridas que recibimos en una época en la que no teníamos criterio para distinguir la maldad y la ignorancia en los demás y menos aún en nuestros padres. Hecha con aquello que ignoraron de nosotros.
Ahí vive nuestra parte peor y más humana, los celos, la envidia, el odio, el rencor, el miedo... Y también la mejor, los sueños irrefrenables, el deseo de vivir sin miedo, de sentir, de experimentar, de amar, de ser amados, de crear y contar nuestra verdad, de expandirnos en el mundo y dejar en él lo mejor de nosotros. Es nuestra parte más auténtica.
Pero vivimos ciegos a ella.
Verdaderamente no hay nada más lejano que lo que no existe.
Es por ello que los demás pueden ver nuestra parte ignorada mejor que nosotros mismos.
Esa parte nunca nos dará tregua. Mi yo desconocido siempre se las arreglará para ganar de un modo u otro.
Es el impulso divino en nuestro interior. Y no se puede escapar de Dios, ni del amor, ni de la vida.
Sólo nos queda una opción viable hacia la felicidad y la paz interior: Vernos, aceptarnos tal cual somos, mejorar lo que nos sea posible, y construir con lo mejor algo único que nunca existiría sin nosotros: Una familia, una relación de pareja, una novela, una pintura, una buena receta... Crear...
La prueba de que en mí hay una parte negada es mi sufrimiento interior, sufrimiento por un motivo oscuro. Malestar, insatisfacción que no desaparece ni cuando todo lo externo va bien.
Lo que las personas que me conocen me dicen, eso en lo que todas coinciden sin haberse puesto de acuerdo.
Los resultados que en mi vida se repiten una y otra vez como si hubiera una mano negra que me lleva al desastre inevitable de forma ineludible.
Las relaciones rotas con el mismo patrón...
Como dicen algunos psicoanalistas: "Lo que permanece inconsciente se manifiesta como destino".
Los esquemas de acercamiento y huida de personas, de vivencias... que son el reflejo del deseo que convive con el miedo. Demasiado cerca de los demás asusta, la intimidad da miedo porque los otros me llevarán a mirar de frente mi parte desconocida. Pero demasiado lejos de los otros tampoco porque entonces me alejo definitivamente de la fuente que me conecta con mi interior... Tremendo conflicto sin solución. Muchas personas llegan al final de su vida sin haberlo resuelto.
Y a mi sólo llego a través de los otros. Sólo ellos ven lo que yo no veo. Pero nadie, ni siquiera un psicólogo resolverá desde fuera las cosas que me atormentan. Nadie me pondrá en contacto con mi parte desconocida. Sólo mediante la decisión libremente tomada de llegar hasta la raíz de mi sufrimiento puedo empezar a verla.

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